miércoles, 17 de octubre de 2012

Si la vida te da limones...

Una coincidencia, un fallo, un desliz, una sonrisa, una mirada, un saludo o un adiós, una pequeña complicidad…

No paro de comer cereales, de estos crujientes con azúcar. Me pasa cuando estoy nerviosa me vicio a comerlos.
Otro fin de semana termina. Pero este en concreto me deja una extraña sensación en el cuerpo.  Creo que si volviera a vivirlo cambiaría muchas cosas.  Pero quizás entonces tendría un final diferente.
A veces que las cosas no salgan como  las planeas, no tienen por qué ser tan malo…
La vida te da sorpresas. Como ya he dicho ha sido un finde de locos.  A la hora de la cena, mi padre nos manda callar y nos dice, serio y sin levantar la voz. Vuestra madre está embarazada.  Aun lo estoy asimilando. Voy a ser 21 años mayor que mi hermano pequeño.  Es algo que de ninguna manera me esperaba. ¡Vamos a ser 6! ¿Qué locura no? Pues para completar la fiesta mi abuela se viene a vivir a casa una temporada. El que caso es que todo esto me ha hecho remover viejos papeles y…
Hay una historia que quiero contar. Es una historia especial, de entre las muchas que he recopilado. Es la historia de cómo se conocieron mis bisabuelos. Es  muy sencilla, pero fue a raíz de algo parecido. De una feliz casualidad. Si las cosas no hubiesen pasado así, quizás yo no estaría aquí.
Mi bisabuela aun vive, tiene 92 años y sus recuerdos parece que han sobrevivido al desgaste de la edad.
Hace cinco años que me contó la historia, fue de hecho, la primera que redacté, aunque no me convencía del todo así que he decidido reescribirla.

<<Eran tiempos duros para todos. El ambiente estaba raro, la gente no sabía si celebrar el final de la guerra o llorar por todo lo que se había perdido. Los colores tristes, el aire enrarecido por el humo, los restos de escombros, todo parecía aportar un matiz lúgubre al ambiente y emponzoñaba todavía más el humor de la gente, dividida entre  vencedores y vencidos.
Por suerte la tensión se suavizaba al alejarte de la ciudad. En los pueblo podía respirarse pobreza con un poco de paz. Allí los habitantes formaban grandes familias, que se unían para sobre llevar mejor las dificultadas de la cruda vida.
Corría el año 1941.
En un pueblecito pequeño, rodeado de campos, en tiempos mejores, se había dedicado al cultivo y la exportación de tabaco. Pero los campos ahora, estaban ocupados de cebollas y patatas  que constituían prácticamente la dieta de la población. En una casa de dos pisos, con huerto y pozo vivía la familia Palop Sanchez.  Fina la hija menor, era una joven de 21 años, alta, demasiado delgada, de tez blanca y pelo oscuro.
Su padre, carpintero había conseguido hacer negocio en la guerra gracias a la venta de ataúdes. Acostumbrada desde la infancia,a que la planta baja de su casa estuviese siempre repleta de tumbas no la inquietaba lo más mínimo.
Cuando le pregunté sobre su carácter se describió a sí misma como una chica alegre con tendencia a enfermar, pero llena de energía propia de la juventud. Deseando siempre salir con sus amigas y despegarse de las ropas negras y los pañuelos anudados debajo de la barbilla.
Creció en una familia que la quería. Fue a la escuela hasta los 15 años, ayudaba a su madre (la partera del pueblo) se ocupaba de la huerta y de la casa: cocinando, limpiando… Su vida se había mantenido prácticamente igual durante toda su vida.
 Hasta ese día. El invierno había acabado y empezaba de nuevo el buen tiempo. Fina estaba sentada en una silla, pelando patatas con su madre cuando Nievitas irrumpió en la habitación. Alterada y conteniendo la sonrisa.
-¿Qué ocurre?- Pregunto doña Filomena.
-¡Buenos día! Fina no te lo vas a creer. Acaba de llegar al pueblo un camión lleno de jóvenes que vienen a ayudar a reconstruir la iglesia. ¡Hay algunos universitarios y soldados!
-¿Y de qué forma nos afecta a nosotras?- respondió Fina intentando disimular su interés con su seria madre delante.
-Acabo de hablar con mi madre, y me ha dicho que nos necesita esta tarde. Han organizado una merienda para agradecerles que hayan venido ¡habrá música y todo! Y necesita ayuda para prepararlo todo y servirles la bebida. ¿Podemos contar con Fina y con usted, verdad Filomena?
-Por supuesto, haremos un bizcocho.
-¡Perfecto! Nos vemos esta tarde. Ponte guapa.- y plantándole un rápido beso en la mejilla a su amiga salió disparada

Pascual García y Fina Palop 

Esa tarde fina se lavó el pelo, eligió el vestido del domingo: de lana fina y manga corta, azul celeste, con una rebeca azul marina. Incluso se puso unas gotas de perfume.
La merienda era en la plaza del pueblo, en frente de la Iglesia.  Habían montado tres largas mesas con manteles blancos. También habían preparado sillas para los músicos y colgado lazos entre las farolas. Fina no recordaba haber visto nunca la plaza tan bonita. A pesar de la Iglesia medio derruida que la coronaba.
Sobre las 4.30 pm la plaza empezó a llenarse de gente, no solo los recién llegados acudieron. Todo el pueblo parecía tener ganas de verlos y saludarlos. Eran la novedad en un pueblo tan aburrido como aquel.
Fina se quedo junto a sus amigas tras las mesas donde estaban los repuestos de la comida. Cuchicheando y riendo.
-¡Fina! ¡Haz el favor de llevar más limonada a la mesa de la derecha!
Cogió una jarra y se acerco con cuidado de que no se le resbalara de las manos. Fue entonces cuando lo vio por primera vez. Él la había estado observando desde que había llegado a la plaza y le había costado tres jarras de limonada hasta que consiguió que ella se acercara.
Se llamaba Pascual. Era un soldado  retirado por una herida de bala en  el brazo. Alto moreno y muy guapo. Hablaron casi una hora. El se encargó de que la conversación no acabara. Ella le sonreía y reía sus gracias. Al principio él hacía las preguntas, pero Fina no tardó en interesarse y en querer saber más acerca de su vida, de lo que había visto en la guerra, de cómo era la vida en la capital…
Cuando la merienda acabo se despidieron con una sonrisa.
Al día siguiente Fina y sus amigas se ofrecieron a llevarles el almuerzo a los voluntarios. Y eso hicieron durante los siete días que el grupo de jóvenes permaneció en el pueblo. Después se marcharon. 
Pero entre Fina y Pascual ya había nacido algo, algo que no paró de crecer.
Se cartearon durante dos meses. Y él volvió al fin de ese tiempo. Tenía que pedir permiso a los padres de Fina para salir oficialmente con su hija.  Estos aunque, un poco desconcertados, por no conocer al joven y por el hecho de que este viviese prácticamente en  la capital, dieron su consentimiento.
Él volvía cada semana para verla.
Así estuvieron un año, antes de que él le pidiera que se casasen. Fina se mudó a la capital.
Allí la vida comenzó una vida muy diferente a la que había llevado hasta entonces. Tuvo que trabajar limpiando las casas de gente rica, mientras ellos vivían alquilados en una pequeña habitación. Hasta que Pascual consiguió un puesto de técnico en una empresa importante. Las cosas mejoraron a partir de ahí. Tuvieron cuatro hijos, el menor de ellos murió a los cuatro años…>>

lunes, 8 de octubre de 2012

Verdes y fritos


Hoy vuelve a hacer día de verano. Tengo ganas de que venga el frio... La lluvia y el mal tiempo. Salir con botas de agua, abrigo, paraguas y llegar empapada a casa. Pero por ahora a mediados de otoño sigo poniéndome mis pantalones cortos…
Antes de seguir hablando, de algo más interesante que el tiempo. Tengo que justificar que llevo casi un mes desaparecida. Lo siento mi ordenador estaba y sigue estando muerto, No se que le pasa. ¡Soy una negada de la informática!.
Pero no podía posponer más una nueva entrada…
Siendo sinceros, hasta hace dos días no tenía ninguna idea sobre la que escribir.
Hay veces que pasa ¿no? Como si tuvieras mil ideas pero todas estuviesen encerradas en una bolsa, y hasta que no pasa algo que hace estallar el saco no eres capaz de verlas con claridad.
Creo que todos nos esforzamos en encerrar cosas en ese “saco” cosas que nos delatan que no nos gustan de nosotros mismos, que nos avergüenzan o que nos muestran partes de nosotros que no queremos ver. Nos pasamos la vida rodeados de gente y aun así hay momentos que nos sentimos tan alejados de todos.  Queriendo tirar esa bolsa a la basura. Haciendo desaparecer todos esos incómodos problemas.
Pues bien, algo así me pasa a mí.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Recuerdos manipulados


Tenía una tía en la residencia a la que solía visitar a menudo. No era mi tía exactamente, ni siquiera era familia real. Pero desde niña la había llamado Tía Nievitas.

Recuerdo las visitas a la residencia divertidas. Ella siempre tenía una sorpresa para nosotros. Nos enseñaba poesías, o canciones de su época, montábamos pequeños teatros. Prácticamente, lo mismo que hacíamos cuando estábamos con ella en el pueblo.
Pero crecí, y ella a pesar de su increíble vitalidad, poco a poco se fue apagando.
El último año iba yo sola a visitarla. Me sentaba a su lado y no paraba de repetirme lo guapa y lo mayor que estaba.
Allí tenía muchas amigas todas mayores y cansadas de la vida, algunas más parlanchinas que otras que siempre me preguntaban ¿Tienes novio querida?
Yo evitaba incomoda responder a la pregunta.
Hasta que un día se me ocurrió una idea. Todas aquellas mujeres habían vivido largas vidas y seguro que más de alguna, alguna historia increíble que mereciera la pena escribir. Así que me dedique yo a hacer las preguntas. Con ayuda de mi tía, recopile un montón.
Sé que muchas no serán del todo fieles a la realidad. Con los años tendemos a idealizas los buenos momentos. Y a parte a mí me gusta darles una entonación narrativa y me tomo la libertad de cambiar los nombres. De todas formas la esencia, sigue siendo la misma.
Espero que conocer estos pequeños fragmentos de vidas, os provoquen la misma ilusión que mí.
 

<< De Elisabeth.
(...) Pedaleé con fuerza, desahogando mi rabia, hasta llegar a la carretera que desembocaba en el pueblo.
Me desvié de esta por un sendero de tierra que se internaba en la arboleda. No paré de avanzar hasta que la fila de arboles se extinguió y apareció ante mi un pequeño lago.
Apoyé la bici junto aun árbol, y me acerque a la orilla, donde había una gran piedra de superficie plana  que sobresalía del agua, en la que solía sentarme a pensar.
Estuve allí mirando las heladas aguas del lago. Escuchando el viento e intentando aclarar mis pensamientos. Mi reloj marcó las seis menos veinte. No podía quedarme mucho más o no llegaría a la cena que se servía puntualmente a las seis.
Monté en mi bici y me dirigí  de vuelta al colegio.
Recorría la larga carretera, cuando vi una vieja y descolorida furgoneta, parada en un lado de la carretera, me cortaba el paso.
Del capóte levantado se elevaba un maloliente humo gris. Sobre el había alguien inclinado que murmuraba palabras mal sonantes.
-Tiene algún problema- pregunté parándome a una prudente distancia .
Al enderezarse me di cuenta de que era joven. Bástate alto, de complexión musculosa y piel morena.
El hombre dejó lo que estaba haciendo y se volvió para mirarme. Era… Lo recuerdo perfectamente.
Sus fracciones eran marcadas y angulosas, sus ojos marrones y llevaba el pelo casi rapado. No solia fijarme en los chicos. Pero él me pareció encantador desde el primer momento.
-El  maldito cacharro me ha vuelto a dejar tirado…- dijo con una  precicosa sonrisa- otra vez.

-Vaya…- dije acercándome más confiada
-¿Sabes de algún sitio donde pueda llamar a una grúa y a alguien para que me recoja?
-Hay una pequeña granja cerca de aquí… pero no se si tendrán teléfono.
-Bueno tendré que arriesgarme si no quiero pasar aquí la noche.
-Hay un pueblo cerca de aquí- dije señalándole la dirección
-No, si ya lo se, vivo allí.
-Entonces ¿por que no vuelves andando y llamas desde allí a la grúa?
Se rió ahogadamente.
-No quiero arriesgarme a dejar el coche aquí solo mucho tiempo. Con los tiempos que corren quien sabe...
No pude evitar devolverle la sonrisa.
-Pues me temo que no te va a quedar otra poción.
-Me temo que tienes razón… ¿me ayudas a sacarlo del camino?- dijo con media sonrisa
-¿C-como?
-Tranquila tú dirige el volante y yo empujaré por detrás.

Me senté al volante más tiesa que un palo.
-Vale ahora voy a empujar. Gira el volante todo lo que puedas hacia la derecha  para que el coche entre esos árboles y cuando yo te diga pones el freno de mano. Esto de aquí, hacia abajo. ¿Lo has entendido?
-Creo que si…- No me había sentado al volante desde aquella vez, a los cuatro años, que mi padre me había dejado fingir que conducía, sobre sus rodillas.
Desde entonces lo había evitado a toda costa. Había leído acerca de los horribles accidentes, en los que la gente acababa decapitada o aplastada.
-Vale, gira el volante. ¿voy a empujar!
Cuando noté que el coche empezaba a moverse me entro el pánico.  Giré demasiado rápido el volante. La camioneta salíó de la carretera, que estaba a desnivel con el bosque. El coche cogió un poco más de velocidad. El pánico se apoderó de mí.
-¡¿Pero que haces!? ¡Frena!
 Todo pasó muy rápido. Antes de que me diera cuenta iba directa contra un gran árbol. El grito salió solo de mi boca.
El coche chocó contra el árbol y yo contra el volante, la respiración se me cortó y se me nublo la vista, me sentía mareada, todo me daba vueltas.
Me apoyé en el respaldo y cerré los ojos. Creo que me desmayé.

-¿Estas bien? Mírame ¡he, he! ¡Despierta!
Lo primero que vi cuando abrí los ojos fueron los suyos. Me había sacado de la camioneta. Estaba tumbada sobre la hierba y él estaba inclinado sobre mí sujetándome la cara con sus manos.
-E-estoy bien- dije mientras tosía, intente incorporarme. El seguía encima mió y me miraba con cara de preocupación. Demasiado ceca. 
Fui a levantarme y mi mirada se topó con la suya, le iba a pedir que se apartara pero algo en sus ojos hizo que me perdiera en ellos un instante desubicandome por completo.
-Puedes levantarte- dijo unos segundos después, apartándose rápidamente.
- Creo que si.
Me tendió la mano para ayudarme.  Con su ayuda me puse de pie.
-¡Vaya! ahora si que no se como se lo voy a explicar …
El morro de la furgoneta había quedado incrustado en el tronco y aunque lo intentamos entre los dos, no conseguimos separarla del árbol.
-Lo siento muchísimo, debía haberte advertido de que no se conducir.
-No te preocupes, la idea fue mía- dijo apoyando la espalda contra el automóvil. Miró al cielo que empezaba a oscurecerse.
-Por cierto, no nos hemos presentado, me llamo Isaac- dijo tendiéndome la mano.
-Yo Elisabeth.
- Un placer- dijo como si nos acabáramos de ver. No pude evitar sonreír.
-Valla por fin te ríes, me empezaba a asustar…
-Tampoco es que haya habido ningún motivo divertido como para reírse.
-Como que no, el grito que has pagado ha sido de lo más gracioso- dijo echándose a reír.
-¡Casi me mato!
-¡Que dices! Nadie se mata yendo a cinco kilómetros por hora.
-¿Qué? ¡Es imposible que fuera tan despacio! A mi me parecía que iba rapidísimo…
-Si me lo he imaginado cuando te he visto desmayada…
-Que vergüenza- dije intentando disimular mi sonroja.-¡Madre mía, es tardísimo me van a matar!
-Te llevaría, pero no creo que el coche se mueva.
-Tranquilo tengo la bici ahí al lado. ¿Qué vas ha hacer tu?
- Me iré andando hasta el pueblo. Alli seguro que encuentro a alguien que me  eche una mano. Mi madre sabra que hacer.- Debió ver mi cara de preocupación- Tranquila evitaré nombrarte, si se enteran de que casi mato a una chica estoy muerto .
Reí.
-Que tengas suerte.-  me encaminé a la carretera
- Pues hasta otra, supongo. Nos veremos por el pueblo.
-Supongo que si- dije sorpendiendome de mi propia sonrisa coqueta
-Ten cuidado de no matarte con la bici.
-Tranquilo lo tendré – dije volviéndome y haciéndole un gesto con la mano.

Volví a montarme en la bici y seguí con mi camino. Todas mis preocupaciones se habían quedado atrás. No podía evitar sonreír. (...) >>

jueves, 13 de septiembre de 2012

En un rincón de la estación



Estas líneas las escribí nada más llegar de Etiopia, en la estación del ave de Madrid. Están un poco turbias, pero entenderme, estaba cansada. He querido mantenerlas así para que no se pierda la sustancia del momento…

domingo, 9 de septiembre de 2012

Aquel viejo y desilachado álbum


Los fines de semana suelen ser para mí, los dos únicos días que tengo a la semana para hacer lo que libremente me apetezca. Aunque durante el curso suelen convertirse en tiempo para poner al día mis mil trabajos atrasados.
Por suerte, aun no tengo trabajos atrasados. Y este fin de semana ha sido de los que a mí me gustan.
Salir con amigas a tomar un yogurt con sirope y cereales. Sentarnos en alguna plaza bonita, mientras nos ponemos al día. Esos momentos de risas y cotilleos son lo mejor para recargar mis pilas emocionales que últimamente se ven un poco bajo mínimos.
Ir a ver a los chicos jugar un partido de fútbol, salir con ellos a cenar un kebab.
Rodeada de chicos es imposible aburrirse. En concreto con mis chicos. Los conozco desde que era una niña y a lo tonto hemos pasado una vida juntos. Me encante escuchar sus batallitas, la forma en que hablan entre ellos. Tan diferente a como lo hago con mis amigas. Me encanta que me pregunten mi opinión femenina, como única chica del grupo. Que luego me lleven a casa en coche, como a una reina. Quien necesita novio teniéndolos a ellos. :)

jueves, 6 de septiembre de 2012

Con solo una miradita


Existen muchísimas clases de cereales. Según su forma o tamaño, según su color o su sabor. Hay quienes prefieren el intenso sabor del chocolate, otros la suavidad de la miel, otros la ligereza de las frutas y la avena. Algunas personas les gusta tomarlos crujientes a otras blanditos, otras prefieren tomárselos solos o quizá en compañía de un zumo o un yogurt.

Para gustos… los cereales.

Las personas, como los cereales, nos enriquecemos unos a otros. Por las cosas que nos diferencian y a la vez nos unen.
Hoy iba sentada en el metro, con mis cascos y mi música, atenta a los mensajes de la black berry. Con una chica a cada lado y tres universitarios más en frente.
 He levantado la cabeza para comprobar que todavía me faltaban un par de paradas para llegar y entonces me he dado cuenta.
Las cinco personas que me rodeaban… dos llevábamos las mismas zapatillas negras que están tan de moda, las tres chicas vestían shorts y llevaban el pelo planchado y las uñas de algún color chillón. Pero lo que más me ha llamado la atención; todos miraban sus móviles, también yo.
Jóvenes inmersos en sus mundos ajenos a lo que ocurre a su alrededor. Pendientes solo de su círculo. De ese círculo que engloba su vida y los encierra, muchas veces sin que ellos mismos se den cuenta.
¿Que nos está pasando? Nadie ha dicho ni una palabra, no hemos cruzado siquiera una mirada y mucho menos una sonrisa. Como si nos hubiesen programado…  Como te habrás dado cuenta me he dedicado a observarlos.
No se me ha pasado desapercibida una sonrisa rápida en la chica de mi derecha. La he visto en el reflejo del cristal. Intentando que no se diera cuenta, he mirado disimuladamente la pantalla de su sansum. Hablaba con un tal ¨Raúl J¨. La última frase era: “A mí también me gusto”
La verdad es que puede significar mil cosas. no tengo ni la menor idea de la conexión que unirá a¨ RaúlJ¨con mi compañera de metro. Lo único que sé de él es que ha conseguido hacerla sonreír. Mostrar por un segundo al mundo lo que transcurría en su interior.
El metro ha parado en mi parada. Yo he sido la única en abandonar aquel efímero grupo. Me hubiera gustado saber si cual era su historia. Si aquel mensaje se refería a una cita, una que por fin había conseguido, después de tanto esperar. Quizás hablaban de una peli o una exposición que fueron a ver juntos. De un momento intimo y romántico de la vida en pareja…
Ya no lo sabré, pero me alegra haberle robado ese instante. Quizás debería haber respetado su intimidad…si hubiese sido lo correcto. Mirar mi móvil y meterme en mis asuntos en vez de montarme historias románticas por un simple mensaje. Pero no ha sido así. Soy una cotilla, una cotilla a la que le encanta especular y hacer suposiciones.
Me encanta que la gente me cuente historias y estoy segura de que esa chica tenía una que contar.
Quizás escriba alguna historia ajena, alguna que me haya llamado especialmente la atención. Si, por que no. También forman parte de mí día a día.
Un día que tiene que continuar, el trabajo me espera.
Nos vemos pronto.
¡¡Besos!!
Nonnoe

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Todo empezó...


Nunca se me han dado bien las presentaciones, tengo cierto arte para meter la pata en la primera impresión. Así que creo que lo mejor será que empiece sin pensármelo demasiado.
Soy una chica de 20 años, que tiene cuatro hermanos y vive con sus padres. Soy la mayor. Aunque si pudieras vernos, seguro que no lo pensabas. Más bajita que los tres hermanos que me siguen me veo expuesta a sus chistes cada vez que no llego al estante superior de la cocina. Pero a pesar de sus bromas, sé que me toman de referente. Y eso es una gran responsabilidad.
Mi casa nunca ha sido lo que se puede decir un sitio tranquilo. No pasa día en el que no ocurra algo que merezca la pena contar. Pero no es exactamente el tema de mi blog. No. Aquí la prologuista voy a ser yo, mis rayadas, mis vivencias mis ideas y mis opiniones.
Siempre me han dicho que cada persona es un mundo, así que yo voy a explorar el mío propio...
Soy una chica normal, con sus manías y sus gustos. Con sus amigas especiales y el típico chico que le gusta. Una chica que está soltera porque no quiere quebraderos de cabeza, pero a la vez se muere de envidia al ver a las parejas por la calle. Soy cabezota como nadie, pero suelo caer simpática…
Acabo de volver a la universidad después de un verano de no parar.
Estuve en Etiopia de voluntaria, allí entre muchas otras cosas, que prometo contar, aprendí algo. Algo que espero no olvidar nunca: Tenemos que vivir cada pequeño detalle de nuestra vida, poniendo en el toda nuestra voluntad todo nuestro corazón. Por muy cotidiano y cansino que resulte. Porque todos esos pequeños detalles nos convierten en quiénes somos y van formando nuestra historia.