No paro de comer cereales, de estos crujientes con azúcar.
Me pasa cuando estoy nerviosa me
vicio a comerlos.
Otro fin de semana termina. Pero este en concreto me deja
una extraña sensación en el cuerpo. Creo
que si volviera a vivirlo cambiaría muchas cosas. Pero quizás entonces tendría un final
diferente.
A veces que las cosas no salgan como las planeas, no tienen por qué ser tan malo…
La vida te da sorpresas. Como ya he dicho ha sido un finde
de locos. A la hora de la cena, mi padre
nos manda callar y nos dice, serio y sin levantar la voz. Vuestra madre está
embarazada. Aun lo estoy asimilando. Voy
a ser 21 años mayor que mi hermano pequeño.
Es algo que de ninguna manera me esperaba. ¡Vamos a ser 6! ¿Qué locura
no? Pues para completar la fiesta mi abuela se viene a vivir a casa una
temporada. El que caso es que todo esto me ha hecho remover viejos papeles y…
Hay una historia que quiero contar. Es una historia
especial, de entre las muchas que he recopilado. Es la historia de cómo se
conocieron mis bisabuelos. Es muy
sencilla, pero fue a raíz de algo parecido. De una feliz casualidad. Si las
cosas no hubiesen pasado así, quizás yo no estaría aquí.
Mi bisabuela aun vive, tiene 92 años y sus recuerdos parece
que han sobrevivido al desgaste de la edad.
Hace cinco años que me contó la historia, fue de hecho, la
primera que redacté, aunque no me convencía del todo así que he decidido
reescribirla.
<<Eran tiempos duros para todos. El ambiente estaba
raro, la gente no sabía si celebrar el final de la guerra o llorar por todo lo
que se había perdido. Los colores tristes, el aire enrarecido por el humo, los
restos de escombros, todo parecía aportar un matiz lúgubre al ambiente y emponzoñaba
todavía más el humor de la gente, dividida entre vencedores y vencidos.
Por suerte la tensión se suavizaba al alejarte de la ciudad.
En los pueblo podía respirarse pobreza con un poco de paz. Allí los habitantes
formaban grandes familias, que se unían para sobre llevar mejor las
dificultadas de la cruda vida.
Corría el año 1941.
En un pueblecito pequeño, rodeado de campos, en tiempos
mejores, se había dedicado al cultivo y la exportación de tabaco. Pero los
campos ahora, estaban ocupados de cebollas y patatas que constituían prácticamente la dieta de la
población. En una casa de dos pisos, con huerto y pozo vivía la familia Palop
Sanchez. Fina la hija menor, era una
joven de 21 años, alta, demasiado delgada, de tez blanca y pelo oscuro.
Su padre, carpintero había conseguido hacer negocio en la
guerra gracias a la venta de ataúdes. Acostumbrada desde la infancia,a que la
planta baja de su casa estuviese siempre repleta de tumbas no la inquietaba lo
más mínimo.
Cuando le pregunté sobre su carácter se describió a sí misma
como una chica alegre con tendencia a enfermar, pero llena de energía propia de
la juventud. Deseando siempre salir con sus amigas y despegarse de las ropas
negras y los pañuelos anudados debajo de la barbilla.
Creció en una familia que la quería. Fue a la escuela hasta
los 15 años, ayudaba a su madre (la partera del pueblo) se ocupaba de la huerta
y de la casa: cocinando, limpiando… Su vida se había mantenido prácticamente igual
durante toda su vida.
Hasta ese día. El
invierno había acabado y empezaba de nuevo el buen tiempo. Fina estaba sentada
en una silla, pelando patatas con su madre cuando Nievitas irrumpió en la
habitación. Alterada y conteniendo la sonrisa.
-¿Qué ocurre?- Pregunto doña Filomena.
-¡Buenos día! Fina no te lo vas a creer. Acaba de llegar al
pueblo un camión lleno de jóvenes que vienen a ayudar a reconstruir la iglesia.
¡Hay algunos universitarios y soldados!
-¿Y de qué forma nos afecta a nosotras?- respondió Fina
intentando disimular su interés con su seria madre delante.
-Acabo de hablar con mi madre, y me ha dicho que nos
necesita esta tarde. Han organizado una merienda para agradecerles que hayan
venido ¡habrá música y todo! Y necesita ayuda para prepararlo todo y servirles
la bebida. ¿Podemos contar con Fina y con usted, verdad Filomena?
-Por supuesto, haremos un bizcocho.
-¡Perfecto! Nos vemos esta tarde. Ponte guapa.- y
plantándole un rápido beso en la mejilla a su amiga salió disparada
Pascual García y Fina Palop |
La merienda era en la plaza del pueblo, en frente de la
Iglesia. Habían montado tres largas
mesas con manteles blancos. También habían preparado sillas para los músicos y
colgado lazos entre las farolas. Fina no recordaba haber visto nunca la plaza
tan bonita. A pesar de la Iglesia medio derruida que la coronaba.
Sobre las 4.30 pm la plaza empezó a llenarse de gente, no
solo los recién llegados acudieron. Todo el pueblo parecía tener ganas de
verlos y saludarlos. Eran la novedad en un pueblo tan aburrido como aquel.
Fina se quedo junto a sus amigas tras las mesas donde
estaban los repuestos de la comida. Cuchicheando y riendo.
-¡Fina! ¡Haz el favor de llevar más limonada a la mesa de la
derecha!
Cogió una jarra y se acerco con cuidado de que no se le
resbalara de las manos. Fue entonces cuando lo vio por primera vez. Él la había
estado observando desde que había llegado a la plaza y le había costado tres
jarras de limonada hasta que consiguió que ella se acercara.
Se llamaba Pascual. Era un soldado retirado por una herida de bala en el brazo. Alto moreno y muy guapo. Hablaron
casi una hora. El se encargó de que la conversación no acabara. Ella le sonreía
y reía sus gracias. Al principio él hacía las preguntas, pero Fina no tardó en
interesarse y en querer saber más acerca de su vida, de lo que había
visto en la guerra, de cómo era la vida en la capital…
Cuando la merienda acabo se despidieron con una sonrisa.
Al día siguiente
Fina y sus amigas se ofrecieron a llevarles el almuerzo a los voluntarios. Y eso hicieron durante
los siete días que el grupo de jóvenes permaneció en el pueblo. Después se
marcharon.
Pero entre Fina y Pascual ya había nacido algo, algo que no paró de
crecer.
Se cartearon durante dos meses. Y él volvió al fin de ese
tiempo. Tenía que pedir permiso a los padres de Fina para salir oficialmente con su
hija. Estos aunque, un poco
desconcertados, por no conocer al joven y por el hecho de que este viviese
prácticamente en la capital, dieron su
consentimiento.
Él volvía cada semana para verla.
Así estuvieron un año, antes de que él le pidiera que se
casasen. Fina se mudó a la
capital.
Allí la vida comenzó una vida muy diferente a la que había llevado hasta entonces. Tuvo que trabajar limpiando las casas de gente rica, mientras ellos vivían alquilados en una pequeña habitación. Hasta que Pascual consiguió un puesto de técnico en una
empresa importante. Las cosas mejoraron a partir de ahí. Tuvieron cuatro
hijos, el menor de ellos murió a los cuatro años…>>