jueves, 20 de septiembre de 2012

Recuerdos manipulados


Tenía una tía en la residencia a la que solía visitar a menudo. No era mi tía exactamente, ni siquiera era familia real. Pero desde niña la había llamado Tía Nievitas.

Recuerdo las visitas a la residencia divertidas. Ella siempre tenía una sorpresa para nosotros. Nos enseñaba poesías, o canciones de su época, montábamos pequeños teatros. Prácticamente, lo mismo que hacíamos cuando estábamos con ella en el pueblo.
Pero crecí, y ella a pesar de su increíble vitalidad, poco a poco se fue apagando.
El último año iba yo sola a visitarla. Me sentaba a su lado y no paraba de repetirme lo guapa y lo mayor que estaba.
Allí tenía muchas amigas todas mayores y cansadas de la vida, algunas más parlanchinas que otras que siempre me preguntaban ¿Tienes novio querida?
Yo evitaba incomoda responder a la pregunta.
Hasta que un día se me ocurrió una idea. Todas aquellas mujeres habían vivido largas vidas y seguro que más de alguna, alguna historia increíble que mereciera la pena escribir. Así que me dedique yo a hacer las preguntas. Con ayuda de mi tía, recopile un montón.
Sé que muchas no serán del todo fieles a la realidad. Con los años tendemos a idealizas los buenos momentos. Y a parte a mí me gusta darles una entonación narrativa y me tomo la libertad de cambiar los nombres. De todas formas la esencia, sigue siendo la misma.
Espero que conocer estos pequeños fragmentos de vidas, os provoquen la misma ilusión que mí.
 

<< De Elisabeth.
(...) Pedaleé con fuerza, desahogando mi rabia, hasta llegar a la carretera que desembocaba en el pueblo.
Me desvié de esta por un sendero de tierra que se internaba en la arboleda. No paré de avanzar hasta que la fila de arboles se extinguió y apareció ante mi un pequeño lago.
Apoyé la bici junto aun árbol, y me acerque a la orilla, donde había una gran piedra de superficie plana  que sobresalía del agua, en la que solía sentarme a pensar.
Estuve allí mirando las heladas aguas del lago. Escuchando el viento e intentando aclarar mis pensamientos. Mi reloj marcó las seis menos veinte. No podía quedarme mucho más o no llegaría a la cena que se servía puntualmente a las seis.
Monté en mi bici y me dirigí  de vuelta al colegio.
Recorría la larga carretera, cuando vi una vieja y descolorida furgoneta, parada en un lado de la carretera, me cortaba el paso.
Del capóte levantado se elevaba un maloliente humo gris. Sobre el había alguien inclinado que murmuraba palabras mal sonantes.
-Tiene algún problema- pregunté parándome a una prudente distancia .
Al enderezarse me di cuenta de que era joven. Bástate alto, de complexión musculosa y piel morena.
El hombre dejó lo que estaba haciendo y se volvió para mirarme. Era… Lo recuerdo perfectamente.
Sus fracciones eran marcadas y angulosas, sus ojos marrones y llevaba el pelo casi rapado. No solia fijarme en los chicos. Pero él me pareció encantador desde el primer momento.
-El  maldito cacharro me ha vuelto a dejar tirado…- dijo con una  precicosa sonrisa- otra vez.

-Vaya…- dije acercándome más confiada
-¿Sabes de algún sitio donde pueda llamar a una grúa y a alguien para que me recoja?
-Hay una pequeña granja cerca de aquí… pero no se si tendrán teléfono.
-Bueno tendré que arriesgarme si no quiero pasar aquí la noche.
-Hay un pueblo cerca de aquí- dije señalándole la dirección
-No, si ya lo se, vivo allí.
-Entonces ¿por que no vuelves andando y llamas desde allí a la grúa?
Se rió ahogadamente.
-No quiero arriesgarme a dejar el coche aquí solo mucho tiempo. Con los tiempos que corren quien sabe...
No pude evitar devolverle la sonrisa.
-Pues me temo que no te va a quedar otra poción.
-Me temo que tienes razón… ¿me ayudas a sacarlo del camino?- dijo con media sonrisa
-¿C-como?
-Tranquila tú dirige el volante y yo empujaré por detrás.

Me senté al volante más tiesa que un palo.
-Vale ahora voy a empujar. Gira el volante todo lo que puedas hacia la derecha  para que el coche entre esos árboles y cuando yo te diga pones el freno de mano. Esto de aquí, hacia abajo. ¿Lo has entendido?
-Creo que si…- No me había sentado al volante desde aquella vez, a los cuatro años, que mi padre me había dejado fingir que conducía, sobre sus rodillas.
Desde entonces lo había evitado a toda costa. Había leído acerca de los horribles accidentes, en los que la gente acababa decapitada o aplastada.
-Vale, gira el volante. ¿voy a empujar!
Cuando noté que el coche empezaba a moverse me entro el pánico.  Giré demasiado rápido el volante. La camioneta salíó de la carretera, que estaba a desnivel con el bosque. El coche cogió un poco más de velocidad. El pánico se apoderó de mí.
-¡¿Pero que haces!? ¡Frena!
 Todo pasó muy rápido. Antes de que me diera cuenta iba directa contra un gran árbol. El grito salió solo de mi boca.
El coche chocó contra el árbol y yo contra el volante, la respiración se me cortó y se me nublo la vista, me sentía mareada, todo me daba vueltas.
Me apoyé en el respaldo y cerré los ojos. Creo que me desmayé.

-¿Estas bien? Mírame ¡he, he! ¡Despierta!
Lo primero que vi cuando abrí los ojos fueron los suyos. Me había sacado de la camioneta. Estaba tumbada sobre la hierba y él estaba inclinado sobre mí sujetándome la cara con sus manos.
-E-estoy bien- dije mientras tosía, intente incorporarme. El seguía encima mió y me miraba con cara de preocupación. Demasiado ceca. 
Fui a levantarme y mi mirada se topó con la suya, le iba a pedir que se apartara pero algo en sus ojos hizo que me perdiera en ellos un instante desubicandome por completo.
-Puedes levantarte- dijo unos segundos después, apartándose rápidamente.
- Creo que si.
Me tendió la mano para ayudarme.  Con su ayuda me puse de pie.
-¡Vaya! ahora si que no se como se lo voy a explicar …
El morro de la furgoneta había quedado incrustado en el tronco y aunque lo intentamos entre los dos, no conseguimos separarla del árbol.
-Lo siento muchísimo, debía haberte advertido de que no se conducir.
-No te preocupes, la idea fue mía- dijo apoyando la espalda contra el automóvil. Miró al cielo que empezaba a oscurecerse.
-Por cierto, no nos hemos presentado, me llamo Isaac- dijo tendiéndome la mano.
-Yo Elisabeth.
- Un placer- dijo como si nos acabáramos de ver. No pude evitar sonreír.
-Valla por fin te ríes, me empezaba a asustar…
-Tampoco es que haya habido ningún motivo divertido como para reírse.
-Como que no, el grito que has pagado ha sido de lo más gracioso- dijo echándose a reír.
-¡Casi me mato!
-¡Que dices! Nadie se mata yendo a cinco kilómetros por hora.
-¿Qué? ¡Es imposible que fuera tan despacio! A mi me parecía que iba rapidísimo…
-Si me lo he imaginado cuando te he visto desmayada…
-Que vergüenza- dije intentando disimular mi sonroja.-¡Madre mía, es tardísimo me van a matar!
-Te llevaría, pero no creo que el coche se mueva.
-Tranquilo tengo la bici ahí al lado. ¿Qué vas ha hacer tu?
- Me iré andando hasta el pueblo. Alli seguro que encuentro a alguien que me  eche una mano. Mi madre sabra que hacer.- Debió ver mi cara de preocupación- Tranquila evitaré nombrarte, si se enteran de que casi mato a una chica estoy muerto .
Reí.
-Que tengas suerte.-  me encaminé a la carretera
- Pues hasta otra, supongo. Nos veremos por el pueblo.
-Supongo que si- dije sorpendiendome de mi propia sonrisa coqueta
-Ten cuidado de no matarte con la bici.
-Tranquilo lo tendré – dije volviéndome y haciéndole un gesto con la mano.

Volví a montarme en la bici y seguí con mi camino. Todas mis preocupaciones se habían quedado atrás. No podía evitar sonreír. (...) >>