Los fines de semana suelen ser para mí, los dos únicos días que
tengo a la semana para hacer lo que libremente me apetezca. Aunque durante el
curso suelen convertirse en tiempo para poner al día mis mil trabajos
atrasados.
Por suerte, aun no tengo trabajos atrasados. Y este fin de semana
ha sido de los que a mí me gustan.
Salir con amigas a tomar un yogurt con sirope y cereales.
Sentarnos en alguna plaza bonita, mientras nos ponemos al día. Esos momentos de
risas y cotilleos son lo mejor para recargar mis pilas emocionales que últimamente
se ven un poco bajo mínimos.
Ir a ver a los chicos jugar un partido de fútbol, salir con
ellos a cenar un kebab.
Rodeada de chicos es imposible aburrirse. En concreto con mis
chicos. Los conozco desde que era una niña y a lo tonto hemos pasado una vida
juntos. Me encante escuchar sus batallitas, la forma en que hablan entre ellos.
Tan diferente a como lo hago con mis amigas. Me encanta que me pregunten mi opinión
femenina, como única chica del grupo. Que luego me lleven a casa en coche, como
a una reina. Quien necesita novio teniéndolos a ellos. :)
Aunque no es del todo sincera esa última aclaración. El sábado
a las 6.00 pm, fui a ver casar a la hermana de una amiga. La ceremonia fue,
demasiado rápida para mi gusto. Pero la novia estaba radiante de felicidad. Eso
no se podía negar. Y cuando vas a una boda, quieras que no, acabas imaginándote
como te gustaría que fuera el día de tu boda…
Cuando el cura que oficiaba la ceremonia los llamó para que
subieran para casarlos, yo pensaba, ¡ya no hay vuelta atrás! Supongo que será porque
no estoy enamorada todavía. Pero tengo muy claro que si me caso quiero que sea
para siempre. Por eso, el hecho de subir esas escaleras se me hacia tan
impactante. Aunque hoy en día creo que se ha perdido bastante esa idea del
compromiso. La gente se une y se separa a la primera que ven que lo que quieren,
se aleja un poquito de lo que quiere la otra persona. No quiero entrar en juicios.
Ni soy quién para decirle a nadie que es lo correcto. Pero desde luego, desde
mi punto de vista. Unirte a alguien de todo corazón, para siempre, ser capaz de
darte a él aunque a veces no salga de ti, ponerlo primero. Ese tipo de amor
incondicional, es lo más bonito con lo que a alguien se puede encontrar. Un tipo
de amor que estoy segura que si alguien encuentra no dejara escapar.
Sentada en el banco de la iglesia repasaba en mi mente el álbum
de novios de mis padres. No es el típico álbum de elegantes tapas, y fotos
enormes, perfectamente retocadas. No.
Es un viejo y deshilachado álbum lleno con fotos hechas por
una cámara de carrete. La mayoría están borrosas o movidas, pero a mí siempre
me ha encantado. Pero tengo que contar una pequeña historia para que lo entendáis…
Mi padre es cuatro años mayor que mi madre. La conocía desde
niña porque mi madre era la mejor amiga de su única hermana.
Mi madre a los 20 años era una locuela que le gustaban las
fiestas. Venia de una familia con dinero y desde los 18 había decidido dejase
los estudios y ponerse a trabajar con su tío
para tener su dinero y independizarse un poco.
Mi padre por su parte acabo sus estudios y se puso a
trabajar en un hospital. A sus 24 años tenía un trabajo fijo y no había salido
con ninguna chica en toda su vida.
Nunca me han dado demasiados detalles. El caso es que un día
mi padre acerco a su casa a mi madre. Era la primera vez que estaban solos y allí
se le declaró. Sé que empezaron a salir a los pocos días y se cual es la
esquina donde se dieron su primer beso.
Lo que no he dicho es que dos meses después mi padre tenía
la obligación de marcharse a Melilla, para hacer el servicio militar. Un año
separados. Se escribían casi diariamente. Mi madre todavía conserva el montón
de cartas en un rincón del armario. No sabe por supuesto que yo lo sé. Supongo
que tendré que esperar mucho tiempo para saber que dicen.
Se vieron dos veces en aquel año. Y cuando mi padre volvió pusieron
fecha de boda. A sus respectivas familias no les hacía ninguna gracia. Pero
ellos se casaron igual. Mi madre ni siquiera tuvo vestido. Llevo el que le dejó
una amiga. Cada invitado debía pagarse su cubierto y por supuesto no tenían lista
de regalos. Empezaron viviendo en una casa, muy cerca de donde vivimos ahora,
sin muebles y con un colchón en el suelo.
Pero ellos lo recuerdan como uno de los mejores días de su
vida y no lo cambiarían. Y eso es lo que veo yo en ese viejo álbum, en las sonrisas
que se ven en las borrosas fotos. Porque a pesar de la pésima calidad, se ve clarísimamente
lo más importante…. Lo mucho que se querían.
Nos vemos pronto
nonnoe
No hay comentarios:
Publicar un comentario